para que grupo de ayuda psicomotriz

Hace un tiempo, en un contraste, escuchaba a un alumno de la Escuela Internacional de Práctica Psicomotriz PEI-EIP de Bilbao contar su experiencia con un grupo de ayuda psicomotriz. Después de trabajar siempre en terapia individual, decidió crear un grupo de ayuda psicomotriz con dos niñas y un niño en su centro de atención temprana.

Empezó esta práctica en grupo con cierto escepticismo, entre otras razones, por el perfil de las niñas y niño. Un perfil con ciertas “dificultades en el desarrollo” y con cierta “heterogeneidad” entre ellas y él. Dos niñas con tendencia a la inhibición y un niño con expresión más agitada motrizmente. En común, habilidades comunicativas escasas. Estos aspectos, ¿podrían poner en duda la interacción del grupo y el progreso de las niñas y niño desde un enfoque no individualizado?

1. Transformaciones conseguidas

Tras varias sesiones, este alumno constató cómo el encuadre grupal ayudó a transformar, no sólo a las niñas y al niño, también a sus familias y, cómo no, a él mismo como psicomotricista. Por ejemplo:

En el caso de las niñas y el niño:

  • Su disfrute y manifestaciones de placer fueron patentes durante todas las sesiones.
  • Avanzaron en competencias motrices para el sostén corporal, la verticalidad, el equilibrio, la coordinación …
  • Hubo un progreso en sus habilidades comunicativas no verbales y verbales.
  • Accedieron a acciones para probar retos que antes no se atrevían o lo hacían sin cierto autocontrol.
  • Las niñas, con un perfil más inhibido, consiguieron “salir a explorar”, ensayar proyectos nuevos, ser más autónomas, canalizar de alguna forma su agresividad y abrirse más a la comunicación con los otros.
  • El niño, con tendencia más agitada, logró un movimiento más regulado con menos caídas en la marcha, el acceso a mayor reposo del cuerpo y abrirse a la comunicación.

Respecto a las familias:

  • Crearon una red de relación entre ellas mientras esperaban la salida de sus hijas e hijo, de forma que pudieron apoyarse mutuamente.
  • Verbalizaron su alegría al ver los avances de las niñas y el niño que constataron también en casa.
  • Decidieron escolarizar al niño y niñas, a pesar de que en algún momento manifestaban sus reticencias por su “inmadurez”. Les “sentían” más capaces, más competentes y más seguras para estar en un aula con otros niños y niñas.

Respecto al psicomotricista:

El alumno, con grandes aptitudes, pudo poner en práctica y avanzar en el desarrollo de sus capacidades de observar, de ajuste y disposición corporal, de manejo de las distancias, la verticalidad y la horizontalidad, de la afectividad, de la elaboración de propuestas sutiles y creativas en la reaseguración por rodeo… Y eso, sin duda, permitió a este grupo avanzar.

Además, pudo hacerse y resolver reflexiones-dudas surgidas durante su práctica y que todas las que estamos con grupos de ayuda psicomotriz (y otros contextos de la práctica) nos hacemos:

  • ¿Hasta dónde ajustarse al niño sin perderse en él? ¡Ojo con perderse ya que no ayuda al niño y al grupo! Afectividad con empatía sí. Perderse en el otro, no.
  • ¿Cómo salirse de esa tendencia que nos lleva a ver sólo el problema, la dificultad, la inmadurez? La mirada en POSITIVO es fundamental, desde lo que sí son capaces de hacer y facilitar la evolución desde ahí.
  • ¿Olvidarse de las “etiquetas diagnósticas” rígidas del porqué? ¡Qué difícil dejar de interrogarse por los porqués y pasar al cómo acompañar! ¡Y qué productivo, facilitador y descansado el poder hacerlo muchas veces!
  • ¿Hasta dónde “tanta” palabra o acción de la persona adulta se ajusta a la necesidad de la niña y hasta dónde tiene que ver con la necesidad de llenar una especie de “vacío” en el rol profesional (o personal)? Esto, por ejemplo, es más “tentador” en grupos de niñas de edades tempranas, con poca comunicación verbal o poca iniciativa inicial en el juego.

Además:

-Es importante tener un feedback, poder compartir con compañeras nuestras dudas, y fortalezas, consultar con un supervisor…Sabiendo que no puede haber nadie que te diga mágicamente: “esto sí, esto no”; “esto así y esto otro asá”.

-Es necesario reconocer las resonancias tónico-emocionales que nos hacen mirar de forma diferente en un grupo a niños o niñas “preferidas”, por ejemplo.

-El manejo de tiempos, espacios, materiales … en un grupo de ayuda ha de adaptarse a la realidad de cada grupo y no al revés. La posibilidad de repensar la disposición de la sala, los rituales, los tiempos …El encuadre general sirve a un fondo y ayuda, sabiendo que ha de flexibilizarse, dentro del marco del sentido de la práctica y a las necesidades individuales-grupales.

Entre muchas otras ideas, llegamos a la conclusión de que el grupo, con el acompañamiento del psicomotricista, posibilita, por ejemplo, que se despierte el deseo en niños y niñas de explorar, de acceder a nuevos retos, de transformarse tónico-emocionalmente, de comunicarse…

El grupo contagia el deseo de observar, probar, “superar” y dar un tinte personal a lo que hace “el otro”.  De esta forma, la niña gana seguridad en sí misma a partir de la simbolización y la reaseguración profunda. Desde esta segurización, se atreve a vivir su pulsión de dominio de forma regulada y saludable, de conquistar el mundo, de descubrir a la otra y su acción y querer compartirla.

2. Dinamizar grupos de ayuda

Dinamizar grupos de ayuda no es fácil. Requiere escucha, disponibilidad, presencia sin invasión, creatividad para las propuestas de rodeo y “retirada” para dar protagonismo al grupo.

En un grupo grande educativo, la psicomotricista ha de configurar el dispositivo y crear las condiciones para que niños y niñas puedan disfrutar de la acción sensoriomotriz y de la relación con iguales dentro de una seguridad. En la terapia individual, desde una relación vincular, ha de posibilitar la contención y expresión de angustias y avance respecto a las mismas desde un diálogo y ajuste tónico-emocional en tú a tú. Y en un grupo de ayuda, ha de favorecer la reaseguración profunda a través de la estrategia de rodeo para el encuentro de los niños y niñas, su comunicación y su disfrute. Es el grupo el vector de cambio. El protagonista del escenario es el grupo.

El grupo de ayuda es un encuadre que puede darse en la escuela como un grupo de maduración psicológica para algunos niños y niñas; en un contexto socioeducativo dentro de proyectos educativos personales y familiares más amplios y en el ámbito de consulta externa con vector terapéutico.

Hasta 4-5 niños con uno o dos psicomotricistas pueden conformar estos grupos de ayuda en los que se plantea el dispositivo tempoespacial con una fase de expresividad motriz para la reaseguración profunda a través del rodeo y otro momento de creación grupal con materiales. Todo ello con un ritual de entrada, un ritual de salida y la opción de una relajación-abandono corporal dentro de la sesión. Sabiendo que el “empaste” grupal requiere un tiempo inicial del proceso hasta ir lográndolo.

3. Conclusiones

Volviendo al contraste con el alumno, podemos ver un vídeo de una de sus sesiones de ayuda grupal dinamizada por él. Las niñas y el niño destruyen, trepan, se desequilibran, agarran objetos, juegan a esconderse debajo de una tela, se meten en rulos y casas, se dejan pelotas… Diferentes acciones relacionadas con fantasías de acción de desplazamiento, visuales, auditivas, de nutrición, de cuidados en general … Alguna niña pierde un calcetín por el camino, otro se sobrepone a una caída, otra mira curiosa que hace el otro… Ver cómo disfrutan, ríen y se comunican es una delicia.

Y es que niños y niñas que se sitúan en malestar en un grupo grande educativo o a los que les “falta” algo en el tú a tú individual se manifiestan de forma muy diferente en un grupo pequeño. La relación más “cercana” con el psicomotricista, el contexto facilitador de propuestas maleables -adaptadas y el propio grupo facilitan procesos de reaseguración que en otro marco no son tan fáciles de ver.

Por ello, dentro del plan formativo de la Escuela de Práctica Psicomotriz PEI-EIP en Bilbao apostamos por facilitar un recorrido que incluye, después de la formación general en práctica educativa, la de grupo de ayuda. Creemos y constatamos que es una opción fundamental para aquellos niños y niñas que, si bien les cuesta un poco o tienen alguna tendencia a la agitación, inhibición, oposición… o cuentan con alguna alteración o ritmo más lento en el desarrollo, tienen la suficiente simbolización y comunicación para nutrirse, nutrir y avanzar significativamente en el encuadre de pequeño grupo.

Y, para acabar, recordar el sentido de la ayuda en práctica psicomotriz Aucouturier desde una mirada amplia:

“Ayudar a los niños con dificultades supone ayudarles a desarrollar todas sus potencialidades simbólicas para que lleguen a conseguir, con la intervención de un especialista, los más variados placeres del saber y de la cultura” (Bernard Aucouturier, “Los fantasmas de acción y la práctica psicomotriz”)

 

Begoña Ruiz Ibáñez

Profesora de la Escuela Internacional de Práctica Psicomotriz PEI-EIP de Bilbao

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